30 de septiembre de 2009

Alto verde

“A ciertas personas puedo mirar en abstracto”, leí esa noche en “Alto Verde”, antes que tuviera que recogerme al lado del portón de la cochera luego de tomar un litro de vino con el estómago vacío. "Las miro en abstracto mejor que a otras", leí con la presunción insoportable de un condenado a la silla eléctrica. Lo que no dije fue que al mirarlas en abstracto una gota salada recorre mi mejilla. Ni que puedo mirar mejor en abstracto cuando no paso nada trascendente y mucho mejor cuando ni siquiera tuve una charla previa Entonces hasta puedo sentir que soy una buena persona, que no mate a mis padres con una venda blanca sobre los ojos, que no blasfeme contra Dios una noche de excesos al pasar delante de una iglesia. La ejecución de la condena se dilata y ahora las machas de humedad de la celda juegan a dibujar el rimel de su rostro. Hace dos años que no entiendo nada y que inclusive espero en el patio del penal que llegue un Dios a vender sus productos vencidos. Soy una buena persona a quien todos adoran, esperando la ejecución de la condena. Ella se esfuerza para que todo siga siendo así.

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