24 de agosto de 2009

intermitencia - lucio borgna

Una turbulencia en el agua. Un cambio de estación. Las llaves olvidadas estaban ahí a pleno sol. Y entonces las lunas decían “hay un nombre para lo que ves”. Yo trataba de levantar los párpados y era sencillo como resbalar. De todo esto seguramente hay una explicación efímera y total. Pero voces y otras voces. Era el momento de decidir. Caminé por la arena durante milenios extremadamente saciado. Iluminado desde la distancia. El perpetuo amanecer. El terrenal jardín. Luciendo un cielo invisible, oscuro. Bajando oquedades, raíces gritando, nadando aladas. Sin ojos, luces estáticas donde alunizar doblemente. Conjuraba un nombre caótico, con mucho miedo a esparcir la montaña de hojas. Si ya diluía el horizonte de todos los ecos. El terror empequeñecía las costas y los cauces, y provocaba el verdadero viaje hacia la sal. Reiteración de gestos de ida y vuelta. Doy algo que parece fragmentario y la nariz empañada de vidrio y personajes llama a la pronunciación de la voz. Cero completamente cero. Luego de otro periplo será posible absorver cada gota de paisaje. Instante de destinación.

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