15 de diciembre de 2008

Niños

Alicia está sola en un banco de la plaza. Seguramente espera a alguien (¿cómo saberlo?). Son las seis de la mañana y el sol apenas insinúa su roja presencia. De pronto Alicia cree escuchar una voz que dice su nombre (tal vez la oye de verdad) y se para. Camina por la misma calle tres cuadras, dobla a la izquierda, tres cuadras después a la derecha y en la esquina reconoce (o cree reconocer) a Claudio F. sentado en un umbral. Claudio F. cree reconocerla (o la reconoce de verdad) y se apresura a ocultar en un bolsillo el paquete que contenía en su mano. Alicia se sienta (o cree sentarse) junto a él, en el umbral y reanudan una conversación abandonada veintisiete días atrás. El color de su voz es pálido y tal vez rugoso como su tez, y pronuncia extrañamente la letra “d”. Expone sus ideas con total claridad aunque no la suficiente para que Claudio comprenda, pero ni él ni ella advierten el detalle. Alicia tantea con sus dedos en el bolsillo de Claudio hasta distinguir una forma rectangular y de escaso grosor. Sonríe y Claudio deja de disimular su sonrisa interior. Abre el paquete y extrae un fino cigarrillo de rojizo tabaco. Lo enciende y juntos fuman durante cinco minutos. Por un momento el humo rojo tiñe de sangre los ojos de los niños. Alicia le pregunta por sus padres y Claudio no recuerda el significado de esa palabra. Se lo dice alarmado. Ella no se inquieta: tampoco lo sabe. Se ríe de su amigo. La puerta sobre la que se apoyan los niños se abre desde adentro, una pareja de adultos sale empujándolos, y la vuelve a cerrar. Claudio saca una llave de su otro bolsillo y entran a la casa. Se sientan en la alfombra de una habitación y fuman otro rojo cigarrillo. Luego juegan un rato en la cama grande de una de las piezas hasta que regresa la pareja de adultos y los obliga a salir. Encienden un cigarrillo y lo consumen durante el trayecto hasta la plaza. Al llegar ya es de noche. Los niños juegan ansiosos durante unas horas en el fresco césped. Un poco cansados (aparentemente cansados) se cubren con hojas y ramas caídas y duermen (o aparentan dormir) hasta antes del amanecer. Lucio Borgna

No hay comentarios: