11 de diciembre de 2008

Fragilidad de los dioses.

Demasiado tarde comenzó a aceptar la condición de sus tiempos: todo podía ser muerte con sólo abandonarse a la dulce furia de las mareas. Ante la vana tentación de desintegrarse en el polvo de un descanso por fin, eligió la única alternativa posible.

Crear.

Del barro hizo un mundo. Un mundo desnudo, indefenso, débil. Un mundo que comenzó a crecer hacia adentro, de profundidad inimaginable; diverso sin fin, fue convirtiendo la noche en silencio, el silencio en azar, el azar en la pálida inconsciencia de la vida, la enorme, la vastísima inconsciencia de la totalidad.

Se sentó a observar.

Seres sin destino surgían de las aguas y alzaban sus ojos al cielo, alzaban sus puños al hambre, derribaban civilizaciones enteras como quien suspira por sueños que nunca podrá soñar. Su llanto desgarró la dolorosa superficie de la tierra, y el ciclo de muertes y renacimientos intentó su poder de tinieblas y amanecer. Seres sin destino morían porque sí, y vivían meramente por amor, por la dulzura misma de recibir la lluvia en la cara, por odios y traiciones, por nada, por vivir.

Y sintió amor por su obra. Por su obra que ya no era suya.

Su llanto bañó la tierra y de la tierra surgieron imperios, de los imperios surgieron incontables hazañas del polvo sobre el polvo, y estatuas que hubieran deslumbrado a los dioses aún por soñar. Humanidades de polvo se alzaron contra el viento, creando la pura oscuridad con su raza de dioses.

Contempló a los seres sin tiempo que habían surgido del débil aliento de sus manos.

Continúa en: http://www.ccapitalia.net/ngc/creativa/gonzalogeller/fragilidad/index.htm

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